Os adjunto un relato basado en hechos reales. Espero que os guste:
“Habíamos quedado sobre la una del mediodía para tomar el aperitivo. Sin embargo, aquel domingo salí pronto de casa. No quería perdérmelo, hacia un día buenísimo. Comprobé desde el balcón que hacía sol, mucho sol. Y una temperatura suave.
Bajé a la calle y pasé por el kiosco a recoger la prensa para mi padre. Le gustaba leerla después de la sobremesa. Decía que de este modo, se le hacía más breve la tensa espera para escuchar el partido de fútbol que retransmitían por la radio a última hora.
La Rambla estaba espectacular. Las jardineras llenas de flores y las palomas sobrevolaban al ras los árboles como esperando a que tiráramos pan seco para que pudieran comer. Bonita mañana de primavera, si señor.
La recorrí toda despacio, para estar atento a todos los detalles. Observé con detenimiento. Niños en bicicleta, bebés en cochecito. Guapas muchachas que charlaban y reían. Abuelitos con sus nietos, parejas de enamorados.
Cuando llegué a la cafetería de siempre, tuve la gran suerte de que nuestra mesa en la terraza estaba libre. “Y cabíamos los siete, genial” – pensé. Estrenaba camisa. De rayas azules y blancas. Me la había regalado mi madre por mi veinticinco cumpleaños. Zapatos limpios y pantalones recién planchados. “Estás hecho un dandi” – me dijo antes de irme de casa. Le sonreí dándole un beso en la frente. “Gracias mamá, por cuidarme tanto” – le contesté.
Me senté de cara a la Rambla y de espaldas a la cafetería. Me puse las gafas de sol porque los rayos al mediodía eran ya intensos. Pronto vino Juan, ese camarero simpático que tanto nos aprecia. “Has llegado pronto. Y tienes el mejor sitio chaval. Chico listo” – me dijo divertido. “Anda tráeme un vermut, hombre” – le contesté. Desapareció y volvió con el aperitivo y unas aceitunas rellenas de anchoas. “Mil gracias” – le dije.
Mientras saboreaba el tentempié, observé la escena que tenía delante. Unos payasos callejeros habían iniciado un espectáculo con música del circo, ruedas y cintas de colores. Unos pocos niños se habían detenido y hacían corrillo para verles. Se empezó a llenar de gente. Yo tenía buena perspectiva y conseguí ver buena parte de la actuación. Durante unos diez minutos estuve concentrado en la escena, sin ser consciente del paso del tiempo.
De pronto, algo me llamó poderosamente la atención. Fijé la vista y dejé de lado los payasos. Me incorporé despacio. Noté como mi pulso de aceleraba. Empecé a sudar. Entonces comprendí. “Uauu, que bonita es” – musité. Joven, delgada, esbelta, de pelo corto y brillante. Ojos verdes, nariz risueña, piernas firmes. Portaba zapato plano, medias finas. Un ceñido y bonito vestido verde. De lana fina. Le quedaba como un guante. Andaba decidida y resuelta. Con destino fijo y centrada en sus cosas, sin que nada ni nadie pudiera turbarla.
Entonces me di cuenta de que la única forma de no perder la única oportunidad de conquistarla era llamar su atención a toda costa. Me levanté rápido de la silla y para garantizar el éxito de mi torpe plan, la silbé con todas mis fuerzas, gritándole “¡guapa! ¡más que guapa”. Lo hice a la desesperada porque en ese corto espacio de tiempo no se me ocurrió otra forma menos mala de conseguir ese regalo que me brindaba la vida.
Ella, como casi todos los que estaban cerca de mí, se giraron de golpe y me miraron sorprendidos. Yo me rasqué vergonzoso la cabeza y la agaché al darme cuenta de todo.
Después de más de 40 años, puedo deciros que aunque nuestro principio fue torpe, conseguí mi objetivo. Era la mujer de vida.”
¡Feliz semana!
Por supuesto que somos responsables de nuestras decisiones! Qué pena no poderlo ser! Hay personas que están con el yugo al cuello y no pueden. A veces no se dan cuenta de dello!!
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Querer es poder…
Bonito relato, sí señora.
Croac
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Gracias Granota, love you!
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Leyendo este relato, tengo la sensacion de que ne es familiar, no se como si hubiera presenciado la escena. Sera que lo he soñado?
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Si supongo que si…😘
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Me inspiró una mujer única!
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